Desde el momento en que empecé a trabajar en el mundo organizacional, apropié la frase balance vida trabajo. Sonaba tan frecuente y de forma tan normalizada -y obviamente anhelada-, que parecía que ese era el destino, no había otra alternativa.
No sé exactamente cuándo el concepto empezó a hacer ruido en mi cabeza, pero sí recuerdo el momento en el que en un consultorio completé por primera vez un ejercicio que me cuestionó sobre a qué y cómo estaba invirtiendo mi tiempo.
Años más tarde, mientras me formaba como coach, esta herramienta volvería a aparecer para quedarse. Hablo del ejercicio La Rueda de la Vida.
¡El poder que hay en la simpleza de este ejercicio de coaching! Hasta el día de hoy, me sigue asombrando y, por supuesto, continúa siendo uno de mis ejercicios predilectos en el inicio de los procesos que acompaño.
Pensar que nuestra existencia se divide en dos, el trabajo y la vida, es crear una división utópica. Es, para mí, el ingrediente estrella para vivir en frustración. Esa que puede generar el vivir pensando y experimentando que una sola área se lleva la mayor atención, la mayor energía, la mayor cantidad de nuestro tiempo.
Hoy creo profundamente y vivo la vida como una sola.
Hoy sé que no existe tal división que hemos querido creer para justificar el tiempo extra que decidimos invertir en nuestra dimensión profesional.
Hoy sé que todos tenemos diversas dimensiones, y que de forma única, priorizamos a qué le damos importancia y cómo lo manifestamos.
Tan importante como el trabajo es la relación con el dinero, gozar de una buena salud, tener relaciones de amistad y familiares significativas y auténticas, contar con una relación de pareja con la que nos sintamos satisfechos si es que esa es nuestra elección, dedicar tiempo al auto-cuidado, al desarrollo del propio ser y la espiritualidad.
El balance no se trata de dedicar exactamente el mismo tiempo y tener la misma intención con cada una de las dimensiones de la vida, no se trata de un equilibrio perfecto, sino de dar prioridad con coraje a todo aquello que es importante para nosotros y nuestro bienestar sin sentir culpa al hacerlo. Y claro, esa mezcla es tan única como cada uno de nosotros.
El ejercicio de la rueda de la vida, fue creado por Paul J Meyer, uno de los autores más reconocidos del desarrollo personal y la gestión del tiempo.
Hacerlo y reflexionar sobre él nos permite reconocer que la vida va mucho más allá del trabajo, la familia y la pareja; sí, lo sabemos, pero no siempre vivimos como si lo supiéramos.
Son 10 dimensiones las que se consideran en esta herramienta, y ver esa figura que se crea al conectar los puntos, es como tomar una fotografía instantánea a nuestro momento actual. Nos refleja una imagen de qué tan satisfechos nos sentimos en el todo. Porque es el todo el que nos permite sentirnos en balance.
Y si tomar esta fotografía al inicio del proceso es poderoso, volver a verla y volver a evaluar qué tan satisfecho me siento con mi vida luego de atravesar por un proceso de coaching es un gran regalo y un mundo de posibilidades que se abre frente a nosotros para vivir más como nos proponemos y como sentimos que es coherente.
Te dejo aquí el formato por si sientes curiosidad de completar el ejercicio.